Hasta siempre querida Carmen Lazo
Rubén Andino
Risueña, pícara, generosa, arbitraria, mordaz, elocuente, consecuente, contradictoria, honrada, luchadora, desconfiada, inteligente, temperamental, simpática, vital. Todas esas cualidades y muchas otras formaron parte de la personalidad exuberante del Carmen Lazo Carrera.
De oratoria fogosa y verbo afilado, llena de metáforas y salidas de madre, conservó hasta el final de sus días una facilidad de palabra que era parte de su ser. Con una extremada sensibilidad para captar el estado de ánimo de los auditorios que frecuentó, tuvo siempre la palabra precisa, para sacar el aplauso espontáneo de quienes tuvieron la suerte de escucharla. Mi relación con ella es reciente, vine a conocerla después que volvió de su exilio en Venezuela; pero he escuchado innumerables testimonios de personas que recuerdan sus encendidos discursos parlamentarios o los dichos, encaramada en alguna improvisada tribuna.
Su partida deja un vacío y un trozo de nuestra historia social y política parte con ella, llena de su experiencias, de sus grandes y pequeñas historias, anécdotas, recuerdos que -sospecho- muchas veces adornó para que fueran más sabrosos y que se llevó como un patrimonio personal de valor incalculable.
Fundadora del Partido Socialista de Chile, dónde militó desde los 13 años, para ser dirigente sindical (19), regidora por Santiago (23) y luego diputada en tres períodos por el Primer Distrito de Santiago (centro) al que volvió a vivir con modestia luego de su retorno del exilio.
Acompañó al Salvador Allende en todas sus aventuras electorales, desde 1952 hasta la victoria del 4 de septiembre de 1973 y fue uno de sus principales apoyos en el Congreso Nacional hasta el golpe de Estado.
Contemporánea en distintos momentos de su existencia de Marmaduque Grove, Eugenio Matte, Salvador Allende, Oscar Schnake, Adonis Sepúlveda, Raúl Ampuero o Salomón Corbalán, entre muchos otros, formó parte de una generación de dirigentes socialistas que llenaron parte importante de nuestra historia contemporánea en el siglo XX.
Tu partida nos deja un vacío. Hasta siempre querida Carmen.
Comentarios
Lo que nunca olvidaré fue la sencillez y cordialidad con que me atendió en su casa (algo que se extraña en los políticos actuales).
Me citó a las 8 de la mañana, y en torno a un café y un pan de pascua, conversamos acerca de sus ideales, sus decepciones, sus sueños vigentes y algunos derrumbados, siempre afable, como si me hubiera conocido de siempre.