Por qué apoyo la rebelión pingüina
Rubén Andino
Hace unos días la Cámara de Diputados aprobó -sin debate- un proyecto de ley que ha sido rechazado por la mayoría de la comunidad. Apenas unos pocos congresales tuvieron el coraje de decir no a una iniciativa legal que favorece los intereses de una ínfima minoría de los chilenos y chilenas. En el Senado, la suerte del proyecto puede variar si ceden las tentaciones autoritarias, el dogmatismo y visiones de corto plazo, a favor de criterios de análisis basados en los intereses generales del país para los desafíos que vienen.
El actual modelo educacional impide la movilidad social a través del mérito, la calidad, la responsabilidad y la inteligencia. Más parece un sistema de castas, en el que hay estudiantes de primera, de segunda, de tercera y hasta cuarta categoría, segregados según sus medios económicos a desiguales posibilidades para acceder a una educación de calidad.
¡Molesta el doble estándar y la hipocresía!
La derecha –con expresiones en la Alianza por Chile y la Concertación- usa, goza y dispone sin mayores controles de la plata de las subvenciones y obtiene beneficios políticos de sus denuncias sobre la misma corrupción que ella alimenta al negarse a terminar con la educación como un negocio.
Basta preguntarse ¿Quién apoya el lucro? para saber que existe un doble discurso. Los emprendedores "sin fines de lucro" del sector educación reclaman por el correcto destino de los recursos de todos los chilenos, pero se llenan los bolsillos de plata con un sistema de control que limita su acción a contar los alumnos que figuran en los registros de asistencia. El verdadero problema no es la cantidad sino la calidad.
El actual sistema educativo, sustentado en la llamada "libertad de enseñanza", perpetúa el modelo ideológico de dominación, porque entrega a sectores conservadores de nuestra sociedad el rol de adormecer la conciencia a crítica de millones de estudiantes, sin prepararlos para enfrentar el futuro.
Si se aprueba este proyecto de ley, que apenas sirve para aceitar los engranajes del actual sistema educativo heredado de la dictadura, sólo unos pocos seguirán teniendo acceso al conocimiento; los otros tendrán que conformarse con ser fuerza de trabajo barata para alimentar este moderno sistema de esclavitud, que encadena a millones a un puesto sin calificación y mal remunerado. Un modelo que nos lleva a mantener intacto el subdesarrollo.
Me sumo a la demanda de profesores, estudiantes, padres, apoderados y todos aquellos que quieren terminar con el lucro en la educación mediante la derogación de la LOCE, dictada entre gallos y medianoche, cuando expiraba la dictadura de Pinochet.
Hay que abolir las subvenciones a privados y volver a una educación pública de calidad, descentralizada y con un fuerte asiento en la realidad de cada una de las regiones de Chile. Para eso tenemos recursos, Codelco obtuvo 8.451 millones de dólares de excedentes durante 2007. Esta cifra supera el presupuesto de Educación en 2008, ascendente a 6.750 millones de dólares, la mayor parte de los cuales, 4.700 millones, se destinan a subvenciones que van a parar a bolsillos de particulares.
Un proyecto tan trascendente para el futuro del país como la Ley General de Enseñanza (LEGE) merece una discusión profunda, vinculada a un debate nacional, en el que participe toda la sociedad. Las maniobras realizadas por el ministro Viera-Gallo para contar con el beneplácito de la derecha en la Cámara de Diputados han desnaturalizado la iniciativa, llevándola por un callejón oscuro que sólo fortalece la enseñanza privada..
El actual proyecto no recoge las demandas de fondo de la comunidad escolar ni establece los pilares de un nuevo sistema educativo que nos permita enfrentar los desafíos planteados por la emergente sociedad del conocimiento. Los países que no valoricen su educación pública podrán crecer pero no desarrollarse y seguirán como segundones en el sistema productivo mundial; perpetuando nuestro rol de productores de materias primas sin elaboración para la economía mundial. Tenemos que apostar a una educación pública de calidad, porque con lo que hay solo los muy ricos tendrán asegurada una buena enseñanza.
La participación que exige la comunidad escolar trae aparejadas también responsabilidades. Los maestros deben ir más allá de la mera entrega de conocimientos, inculcando también valores humanistas en sus educandos, y los jóvenes deben esforzarse para demostrar, como buenos estudiantes, su compromiso con el cambio de un modelo que hoy se mueve por mera inercia, sin objetivos que los preparen para asumir el cambio cultural de grandes dimensiones que viene produciendo la multiplicación del conocimiento en la nueva sociedad global de la información.
Nuestra preocupación debe centrarse en asegurar a todo (a) joven, cualquiera sea su cuna, el derecho a una educación de calidad, que le permita desarrollar todas sus potencialidades personales en una nueva sociedad de dimensiones universales.
La educación es una obligación que el Estado de Chile no puede ni debe delegar en agentes privados. Nuestra educación pública nos ha prestigiado en el mundo con grandes estadistas, escritores, intelectuales, técnicos, artistas, científicos. Me pregunto: ¿Cuántos talentos potenciales se perderán si no asumimos ahora con decisión este paso tan trascendental?
El senado tiene la palabra
El actual modelo educacional impide la movilidad social a través del mérito, la calidad, la responsabilidad y la inteligencia. Más parece un sistema de castas, en el que hay estudiantes de primera, de segunda, de tercera y hasta cuarta categoría, segregados según sus medios económicos a desiguales posibilidades para acceder a una educación de calidad.
¡Molesta el doble estándar y la hipocresía!
La derecha –con expresiones en la Alianza por Chile y la Concertación- usa, goza y dispone sin mayores controles de la plata de las subvenciones y obtiene beneficios políticos de sus denuncias sobre la misma corrupción que ella alimenta al negarse a terminar con la educación como un negocio.
Basta preguntarse ¿Quién apoya el lucro? para saber que existe un doble discurso. Los emprendedores "sin fines de lucro" del sector educación reclaman por el correcto destino de los recursos de todos los chilenos, pero se llenan los bolsillos de plata con un sistema de control que limita su acción a contar los alumnos que figuran en los registros de asistencia. El verdadero problema no es la cantidad sino la calidad.
El actual sistema educativo, sustentado en la llamada "libertad de enseñanza", perpetúa el modelo ideológico de dominación, porque entrega a sectores conservadores de nuestra sociedad el rol de adormecer la conciencia a crítica de millones de estudiantes, sin prepararlos para enfrentar el futuro.
Si se aprueba este proyecto de ley, que apenas sirve para aceitar los engranajes del actual sistema educativo heredado de la dictadura, sólo unos pocos seguirán teniendo acceso al conocimiento; los otros tendrán que conformarse con ser fuerza de trabajo barata para alimentar este moderno sistema de esclavitud, que encadena a millones a un puesto sin calificación y mal remunerado. Un modelo que nos lleva a mantener intacto el subdesarrollo.
Me sumo a la demanda de profesores, estudiantes, padres, apoderados y todos aquellos que quieren terminar con el lucro en la educación mediante la derogación de la LOCE, dictada entre gallos y medianoche, cuando expiraba la dictadura de Pinochet.
Hay que abolir las subvenciones a privados y volver a una educación pública de calidad, descentralizada y con un fuerte asiento en la realidad de cada una de las regiones de Chile. Para eso tenemos recursos, Codelco obtuvo 8.451 millones de dólares de excedentes durante 2007. Esta cifra supera el presupuesto de Educación en 2008, ascendente a 6.750 millones de dólares, la mayor parte de los cuales, 4.700 millones, se destinan a subvenciones que van a parar a bolsillos de particulares.
Un proyecto tan trascendente para el futuro del país como la Ley General de Enseñanza (LEGE) merece una discusión profunda, vinculada a un debate nacional, en el que participe toda la sociedad. Las maniobras realizadas por el ministro Viera-Gallo para contar con el beneplácito de la derecha en la Cámara de Diputados han desnaturalizado la iniciativa, llevándola por un callejón oscuro que sólo fortalece la enseñanza privada..
El actual proyecto no recoge las demandas de fondo de la comunidad escolar ni establece los pilares de un nuevo sistema educativo que nos permita enfrentar los desafíos planteados por la emergente sociedad del conocimiento. Los países que no valoricen su educación pública podrán crecer pero no desarrollarse y seguirán como segundones en el sistema productivo mundial; perpetuando nuestro rol de productores de materias primas sin elaboración para la economía mundial. Tenemos que apostar a una educación pública de calidad, porque con lo que hay solo los muy ricos tendrán asegurada una buena enseñanza.
La participación que exige la comunidad escolar trae aparejadas también responsabilidades. Los maestros deben ir más allá de la mera entrega de conocimientos, inculcando también valores humanistas en sus educandos, y los jóvenes deben esforzarse para demostrar, como buenos estudiantes, su compromiso con el cambio de un modelo que hoy se mueve por mera inercia, sin objetivos que los preparen para asumir el cambio cultural de grandes dimensiones que viene produciendo la multiplicación del conocimiento en la nueva sociedad global de la información.
Nuestra preocupación debe centrarse en asegurar a todo (a) joven, cualquiera sea su cuna, el derecho a una educación de calidad, que le permita desarrollar todas sus potencialidades personales en una nueva sociedad de dimensiones universales.
La educación es una obligación que el Estado de Chile no puede ni debe delegar en agentes privados. Nuestra educación pública nos ha prestigiado en el mundo con grandes estadistas, escritores, intelectuales, técnicos, artistas, científicos. Me pregunto: ¿Cuántos talentos potenciales se perderán si no asumimos ahora con decisión este paso tan trascendental?
El senado tiene la palabra
Comentarios
Claramente, la educación en Chile está sedimentando las lógicas de desigualdad, perpetuándolas.
La clave no es modificar la ley, es necesario cambiar la Constitución política.
Saludos fraternos
Pienso, que los recursos en educación se deben concentrar en primer lugar en potenciar una educacion básica de alta calidad, exigiendo altos estandares de calidad a los establecimientos que forman a los futuros profesores básicos, con puntajes de ingreso altos, logicamente asegurando a esos futuros profesionales sueldos altos, ojala lo mas altos del mercado y condicones de trabajo de primer nivel, para asi incentivar que jovenes con vocacion docente ingresen a la carrera. Porque digamos las cosas claramente, quien ingresan actualmente a las pedagogias, los puntajes mas bajos y las universidades privadas en su mayoria, adolecen de un buen nivel de formacion, por lo que resulta un gran numero de profesores mal formados, sin vocacion y ademas mal pagados, con reticencia a ser evaluados, por son conscientes de estar mal preparados.
Es evidente que en paises con los mejores niveles de educacion como Finlandia y Nueva Zelandia, esta politica alli implentada, ha dado sus frutos.