El silencio de los corderos
Rubén Andino
Entre el viernes 14 y el domingo 16 de noviembre se realizará en Panimávida el XXVIII Congreso del Partido Socialista, aquejado de una grave crisis de conducción y ausencia de línea política. Tras dos años dce mala gestión, la dirección saliente ha convertido al PS en una cáscara burocrática, carente de propuestas y de la proactiva visión de país que exige la conducción del partido en el contexto del Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.
El partido ha acentuado su distanciamiento de las organizaciones sociales y se ha consolidado una visión elitista y autoritaria de la administración del poder, que inhibe la presencia de exponentes del mundo popular en la conducción. De ese modo se alimenta el círculo vicioso que reproduce al interior del partido una burocracia estéril y refractaria a la realidad.
La crisis se manifiesta en desorganización, desafección, camarillas y oligarquías políticas. El clientelismo constituye un factor clave en la reproducción de la hegemonía de los grupos de poder. Para el cliente lo que importa es su relación pragmática con el oligarca que pueda garantizarle ciertos beneficios directos; mientras, el proyecto político queda en el olvido.
Bajo esta lógica proliferan los "señores feudales", que han tomado posesión de territorios en virtud de la investidura gubernamental, municipal o parlamentaria. Ellos interceptan, cuestionan y modifican decisiones de la autoridad política e imponen nombres en toda instancia de la gestión del partido.
¡Basta! El PS debe acercar su organización a la comunidad y facilitar el acceso de dirigentes sociales a sus diferentes sus niveles de dirección, sobre la base de la legitimidad que emana de sus liderazgos de representación popular.
La designación de candidatos para cargo de representación popular debe realizarse mediante elecciones primarias abiertas a la sociedad y quienes ocupan esos cargos deben rendir cuenta periódica de su gestión ante sus electores y contemplar mecanismos de consulta al partido y a sus bases antes de definir su posición ante los temas que aborden en el ejercicio de sus cargos.
No es posible una transformación de gran magnitud sin un movimiento cultural interno, que permita reconvertir al PS en un agente de cambio social, dotado de una efectiva política de formación y promoción de dirigentes, capaces de estimular el acceso igualitario de todos y todas a los cargos dirección partidaria o representación social, sin discriminaciones de edad, sexo u origen social.
Entre el viernes 14 y el domingo 16 de noviembre se realizará en Panimávida el XXVIII Congreso del Partido Socialista, aquejado de una grave crisis de conducción y ausencia de línea política. Tras dos años dce mala gestión, la dirección saliente ha convertido al PS en una cáscara burocrática, carente de propuestas y de la proactiva visión de país que exige la conducción del partido en el contexto del Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.
El partido ha acentuado su distanciamiento de las organizaciones sociales y se ha consolidado una visión elitista y autoritaria de la administración del poder, que inhibe la presencia de exponentes del mundo popular en la conducción. De ese modo se alimenta el círculo vicioso que reproduce al interior del partido una burocracia estéril y refractaria a la realidad.
La crisis se manifiesta en desorganización, desafección, camarillas y oligarquías políticas. El clientelismo constituye un factor clave en la reproducción de la hegemonía de los grupos de poder. Para el cliente lo que importa es su relación pragmática con el oligarca que pueda garantizarle ciertos beneficios directos; mientras, el proyecto político queda en el olvido.
Bajo esta lógica proliferan los "señores feudales", que han tomado posesión de territorios en virtud de la investidura gubernamental, municipal o parlamentaria. Ellos interceptan, cuestionan y modifican decisiones de la autoridad política e imponen nombres en toda instancia de la gestión del partido.
¡Basta! El PS debe acercar su organización a la comunidad y facilitar el acceso de dirigentes sociales a sus diferentes sus niveles de dirección, sobre la base de la legitimidad que emana de sus liderazgos de representación popular.
La designación de candidatos para cargo de representación popular debe realizarse mediante elecciones primarias abiertas a la sociedad y quienes ocupan esos cargos deben rendir cuenta periódica de su gestión ante sus electores y contemplar mecanismos de consulta al partido y a sus bases antes de definir su posición ante los temas que aborden en el ejercicio de sus cargos.
No es posible una transformación de gran magnitud sin un movimiento cultural interno, que permita reconvertir al PS en un agente de cambio social, dotado de una efectiva política de formación y promoción de dirigentes, capaces de estimular el acceso igualitario de todos y todas a los cargos dirección partidaria o representación social, sin discriminaciones de edad, sexo u origen social.
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