PARA SUPERAR EL ORDEN NEOLIBERAL LOS PARTIDOS DEBEN IDENTIFICARSE CON LOS DOLORES DE SU PUEBLO
Rubén Andino Maldonado
Periodista
En los últimos meses hemos vivido turbulencias sociales que exigen de los partidos de oposición crecientes grados de articulación en la perspectiva de iniciar un proyecto de transformación social adecuado al ciclo histórico que se inicia, caracterizado por la irrupción de un nuevo actor popular que exige una democracia más inclusiva y el término del ciclo histórico neoliberal.
El levantamiento popular iniciado en octubre de 2019 demostró que son muchos los descontentos con el sistema dominante y que, aunque la rebelión ciudadana fue aplacada temporalmente por la emergencia sanitaria del Covid-19, su voz tronante se volverá a escuchar con igual o más potencia en el futuro.
Sigue pendiente la necesidad de dar salida a la crisis mediante un proceso de transformación de la institucionalidad, retomando la postergada la realización del plebiscito constituyente; espacio abierto por la clase dominante para aplacar las demandas ciudadanas mediante la promesa de una institucionalidad alternativa, expresada en una nueva Constitución Política generada a través de la soberanía popular. El desafío es grande, porque la batalla no está ganada y es necesario que triunfe en el plebiscito la alternativa “apruebo” y la opción de una “convención constitucional”, electa íntegramente por el pueblo, que se imponga sobre la alternativa “convención mixta”, que será defendida hasta el final por las fuerzas del “orden” social existente.
La emergencia del Corona Virus ha evidenciado las falencias del capitalismo neoliberal, principalmente expresada en la precariedad de la salud pública y la debilidad de la economía chilena; como pone de manifiesto la desprotección en la que está una gran masa de trabajadores que sobreviven con empleos precarios o sufren la cesantía.
Ante esta realidad es necesario conseguir mayores cuotas de democracia y extender la incidencia popular en las decisiones del sistema institucional, mediante la acción combinada de la comunidad con fuerza políticas -emergentes o tradicionales- comprometidas con un proyecto de transformación.
Esta estrategia exige la unidad de sectores sociales explotados y excluidos por un régimen capitalista, patriarcal y neocolonial; para levantar un proyecto de desconcentración del poder desde lo comunitario, comprometido con el mejoramiento de las condiciones de vida de trabajadores y pueblo, y en oposición los intereses egoístas del gran empresariado.
Surge el imperioso desafío de construir un programa de reformas estructurales que busquen enfrentar la crisis, teniendo como objetivo la superación del neoliberalismo y sus blindajes institucionales, para apuntar a la instauración de relaciones sociales más justas y una vida menos agobiante para la sociedad en su conjunto.
Las diversas fuerzas políticas que se oponen al orden existente deben ganarse su espacio en los movimientos sociales con trabajo y humildad, contribuyendo a otorgar unidad y coherencia a las demandas ciudadanas. Esta presencia solo podrá concretarse con una renovación profunda de las prácticas políticas y una identificación de esos partidos con los dolores y las necesidades de trabajadores, pensionados/as, feministas, ecologistas, desempleados/as, estudiantes y otras comunidades afectadas por la dinámica destructiva del modelo.
Periodista
En los últimos meses hemos vivido turbulencias sociales que exigen de los partidos de oposición crecientes grados de articulación en la perspectiva de iniciar un proyecto de transformación social adecuado al ciclo histórico que se inicia, caracterizado por la irrupción de un nuevo actor popular que exige una democracia más inclusiva y el término del ciclo histórico neoliberal.
El levantamiento popular iniciado en octubre de 2019 demostró que son muchos los descontentos con el sistema dominante y que, aunque la rebelión ciudadana fue aplacada temporalmente por la emergencia sanitaria del Covid-19, su voz tronante se volverá a escuchar con igual o más potencia en el futuro.
Sigue pendiente la necesidad de dar salida a la crisis mediante un proceso de transformación de la institucionalidad, retomando la postergada la realización del plebiscito constituyente; espacio abierto por la clase dominante para aplacar las demandas ciudadanas mediante la promesa de una institucionalidad alternativa, expresada en una nueva Constitución Política generada a través de la soberanía popular. El desafío es grande, porque la batalla no está ganada y es necesario que triunfe en el plebiscito la alternativa “apruebo” y la opción de una “convención constitucional”, electa íntegramente por el pueblo, que se imponga sobre la alternativa “convención mixta”, que será defendida hasta el final por las fuerzas del “orden” social existente.
La emergencia del Corona Virus ha evidenciado las falencias del capitalismo neoliberal, principalmente expresada en la precariedad de la salud pública y la debilidad de la economía chilena; como pone de manifiesto la desprotección en la que está una gran masa de trabajadores que sobreviven con empleos precarios o sufren la cesantía.
Ante esta realidad es necesario conseguir mayores cuotas de democracia y extender la incidencia popular en las decisiones del sistema institucional, mediante la acción combinada de la comunidad con fuerza políticas -emergentes o tradicionales- comprometidas con un proyecto de transformación.
Esta estrategia exige la unidad de sectores sociales explotados y excluidos por un régimen capitalista, patriarcal y neocolonial; para levantar un proyecto de desconcentración del poder desde lo comunitario, comprometido con el mejoramiento de las condiciones de vida de trabajadores y pueblo, y en oposición los intereses egoístas del gran empresariado.
Surge el imperioso desafío de construir un programa de reformas estructurales que busquen enfrentar la crisis, teniendo como objetivo la superación del neoliberalismo y sus blindajes institucionales, para apuntar a la instauración de relaciones sociales más justas y una vida menos agobiante para la sociedad en su conjunto.
Las diversas fuerzas políticas que se oponen al orden existente deben ganarse su espacio en los movimientos sociales con trabajo y humildad, contribuyendo a otorgar unidad y coherencia a las demandas ciudadanas. Esta presencia solo podrá concretarse con una renovación profunda de las prácticas políticas y una identificación de esos partidos con los dolores y las necesidades de trabajadores, pensionados/as, feministas, ecologistas, desempleados/as, estudiantes y otras comunidades afectadas por la dinámica destructiva del modelo.
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