Cuesta abajo en la rodada


Rubén Andino
Publicado en Revista Punto Final Nº 713



“Arrastré por este mundo
la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser….”
(Fragmento del Tango Cuesta Abajo de Gardel y Le Pera)

Como en una teleserie, la elección del Partido Socialista se ha convertido en el centro de una trama de truculentas historias que transitan entre lo grotesco y lo absurdo. Durante la fría noche del 30 de junio la Comisión Política resolvió postergar la contienda que debía realizarse el 5 de julio, para el domingo 25.

La resolución llegó tras un confuso y accidentado cabildeo entre los jefes de fracciones y luego de las amenazas del honorable diputado Marcelo Díaz de retirarse de la competencia por falta de garantías para desarrollar el proceso electoral con mínimas condiciones de transparencia y seriedad.

El asunto de fondo no solo tiene que ver con las tres mil fichas de afiliados irregulares por las que el Secretario de Organización ha sido citado a comparecer ante el Tribunal Supremo o con los 650 millones de pesos del patrimonio partidario cuyo destino no ha sido aclarado. Es parte de una crisis larga que se vincula con una sostenida pérdida de identidad, cuyas ramificaciones cancerosas no pueden enfrentarse solo con medidas disciplinarias, burocráticas o administrativas.
El balance de la directiva que antes encabezó Escalona y ahora Rossi es desastroso. Empujó la salida de Jorge Arrate, Marco Enríquez, Alejandro Navarro y un gran número de militantes, fue derrotada en la presidencial, redujo el caudal de votación, perdió dos senadores y cuatro diputados.
La falta de interés de los afiliados por participar en esta elección, tiene su origen en un malestar creciente. Existe desinterés y la retirada de la militancia activa es un proceso silencioso pero constante, provocado por la saturación con un discurso vacuo y una práctica política que no los representa. Un hecho que evidencia la crisis es la existencia de “listas de consenso” en la mayor parte de los comunales, que no se deben a la existencia total acuerdo. Sucede simplemente que pocos se interesan en ocupar cargos de dirección.
Pese a estos síntomas de descomposición, los grupos de poder temen a un Congreso General Extraordinario, porque no están dispuestos a afrontar sus responsabilidades en la derrota; aunque el sentido común indique la inconveniencia de realizar elecciones sin antes abrir un debate que permita analizar responsabilidades, aciertos y errores, para iniciar una rectificación.

Aunque la presente elección se realice, la crisis se seguirá profundizando, porque los dirigentes actuales y quiénes aspiran a reemplazarlos, no quieren un debate que ponga sobre la mesa la urgencia de una refundación del socialismo chileno.

La primera premisa para volver a un reencuentro con los objetivos que dieron sentido a la existencia del PS tiene relación con la necesidad de proponer al país un nuevo modelo de desarrollo económico, político, social y cultural, basado en la expansión los derechos ciudadanos y la disminución de las desigualdades. La segunda está vinculada con el retorno de los dirigentes al trabajo cotidiano en el mundo social organizado, rompiendo así con el distanciamiento causado por la lenta pero inexorable mutación hacia un partido electoralista, caudillista y clientelar.

En las actuales condiciones, la elección interna solo profundizará la crisis y cualquiera sea la dirección que emerja cargará con una sombra de ilegitimidad. En primer lugar porque quienes administran el PS -incluyendo a aquellos que se presentan como alternativa de recambio- se han negado sistemáticamente a debatir nuevas opciones para enfrentar los problemas que importan a la ciudadanía; y porque la actual orgánica carece de una institucionalidad capaz de garantizar una elección transparente y ecuánime.

El viernes 25 de junio asistí al homenaje en la sede de ANEF a dirigentes socialistas asesinados por la DINA. En la ocasión, los únicos integrantes del Comité Central presentes fuimos: Alfonso Guerra, Sergio Salazar, Ana Bell y el que escribe esta columna. No hubo diputados, senadores o ex ministros. Es explicable su ausencia, porque posiblemente muchos de ellos ni siquiera sepan quienes eran Exequiel Ponce, Ricardo Lagos Salinas, Víctor Zerega, Carlos Lorca o Carolina Wiff. Otros simplemente ya no los recuerdan o no quieren acordarse.

¿Hasta cuando seguiremos postergando la definición?

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