La política chilena está convertida en un resumidero

Rubén Andino

Nuestro mundillo político ha entrado en un laberinto de contradicciones, traiciones, incoherencias, inconsecuencias, falsedades y deslealtades, que justifican plenamente la visión ciudadana de descrédito que se encuentra esta actividad, tan importante para la estabilidad de la democracia.

A río revuelto, ganancia de pescadores. Los oportunistas hacen su agosto. Aquellos “emprendedores” que ingresaron a la actividad para ascender socialmente, asegurarse el pituto, ganar plata a través del tráfico de influencias, adquirir poder que les permita afianzar su posición económica en tiempo de vacas flacas. Los que pechan por un cargo de representación popular que, por efecto de los hechos, deviene en vitalicio.

Es muy humano. Cuando ya tienes ganada una buena posición social, tu aspiración es mantenerla y en lo posible transferirla en el futuro a un descendiente o al menos a un pariente cercano.

A diario vemos partidos que apoyan un candidato presidencial un día y al siguiente apoyan a otro, personas que dicen ser de izquierda y se comportan como si fueran de derecha, algunas que proclaman el cambio y representan en la práctica el conservadurismo. Es común que algunos que profesan un ideario político cambien de partido o candidato presidencial, sin importar sus principios, para obtener o mantener un cupo parlamentario o sostenerse en un cargo público.

La política está convertida en un mercado persa. Todo puede comprarse o venderse y el dinero es el que manda. Desde la derecha hasta la izquierda, uno tiene la sensación de estar caminando sobre un pantano, sobre el que es muy fácil hundirse y prácticamente imposible salir de él sin meter los pies en el barro.

Los medios de comunicación masiva están dedicados a difundir la chimuchina política, las zancaditas, las pequeñas traiciones, y eternas conspiraciones entre los partidos o dentro de los mismos, que son alimentadas sobre la base de conjeturas, análisis maliciosos, rumores y simples falsedades.

Estos medios inventan falsas realidades, que a partir de la mentira construyen realidades nuevas que sí son verdaderas. Así operan las encuestas políticas. Inflan o desinflan candidatos para favorecer los intereses de un tercero que en las sombras paga esas encuestas truchas. ¿Quiénes son los propietarios de los más influyentes medios y quiénes pagan las encuestas? No creo en la objetividad e independencia de los medios y menos creo en las encuestas. Nunca fue más cierta que ahora esa frase que se atribuye al jefe de la propaganda nazi, Joseph Goebbels: “Miente, miente que algo queda”.

Hay dos grandes ejes sobre los cuales las personas se agrupan en partidos. Para compartir un ideario común y para desde ahí colaborar en la concreción de un proyecto político.

La lealtad y coherencia en la política son valores fundamentales, sobre la base de los cuales se construye la confianza. Gracias a la lealtad y la confianza en otros, muchos logramos sobrevivir durante la lucha contra la dictadura militar. Confiábamos en nuestros compañeros, porque los errores, actos irresponsables o simplemente deslealtades nos costaban torturas, prisión y hasta la muerte.

Es fundamental reponer un concepto moral en la política y ciertas reglas mínimas de convivencia, al menos dentro de quienes comparten un proyecto colectivo; pero no solo hay que cambiar conductas, también es necesario terminar de una vez y para siempre con un sistema binominal que obliga a los partidos y a las personas a construir acuerdos espurios, basados solo en la conveniencia o en intereses de corto plazo.

Los defensores de este sistema perverso dicen que garantiza la estabilidad, porque obliga a construir grandes coaliciones y acuerdos amplios. Eso pudo tener alguna justificación para restablecer y consolidar la democracia a medias que tenemos hoy; pero se convierte en una traba para ensanchar los espacios democráticos cuando las coaliciones que han dominado en los últimos 20 años la escena política chilena están en crisis y la sociedad está cansada de elegir entre el limitado espectro que ofrecen la Concertación y la Alianza.

Si la izquierda no se actualiza, la “rueda de la historia” puede pasarle a ella también por encima. Renovase o morir, el clásico dilema vuelve a ponerse de actualidad. Espero que no tengamos que conformarnos con el chilenismo “pasó la vieja…”, que usamos cada vez que perdemos una oportunidad.











“No pienses más; sentate a un lao,
que ha nadie importa si naciste honrao...”
(Tango Cambalache / José Santos Discépolo

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nuestro peor enemigo es el desaliento

Palabras de Larraín revelan la procacidad de la derecha

Transantiago sigue su lenta agonía