Adiós al último vestigio del gobierno ciudadano


Rubén Andino

Lejos han quedado los días en que la Presidenta Bachelet anunciara su primer gabinete paritario y proclamara su gobierno ciudadano. Cuando se van a cumplir los dos primeros años de mandato, el panorama es muy distinto de la euforia inicial y la administración Bachelet comienza a quedar en la historia como realmente es y no como quiso ser. Con esta mirada es bueno hacer un balance de lo obrado y registrar lo pendiente.

A pesar que la Presidenta fue cuidadosa de no hacer promesas de campaña, en el inicio se generaron altas expectativas acerca del primer mandato de una mujer en nuestra historia republicana y de una socialista, la primera después de Salvador Allende.

Sin duda este gobierno fue un paso adelante hacia la paridad de género y es evidente el incremento de mujeres en cargos públicos. También son innegables los avances relacionados con la protección social de los sectores más débiles: desempleados, adultos mayores o mujeres jefas de hogar. El incremento de la cobertura en la educación preescolar también es un logro, cuyos resultados los veremos en el futuro. El estilo de la Presidenta ha generado además una relación de cercanía con los gobernados que a quitado vetusta solemnidad a la institución presidencial.

La labor realizada por el Ministerio del ramo ha permitido mejorar la fiscalización y la capacidad negociadora de los trabajadores y trabajadoras, posibilitando, por ejemplo, que quienes laboran en el comercio, en empresas contratistas y en trabajos de temporada, accedan a derechos que hasta ahora que les eran negados.

En estos dos años se han fortalecido los vínculos con nuestros países vecinos y ello ha permitido que tengamos una mayor interlocución con los pueblos hermanos de América Latina. Es particularmente destacable el acercamiento con el gobierno de Evo Morales en Bolivia

A pesar de estos avances, el gobierno ha tenido debilidades importantes.

La más trascendente radica el manejo económico, puesto en manos del ministro Andrés Velasco, un confeso neoliberal. El Ministerio de Hacienda se ha limitado a administrar de manera pasiva las finanzas públicas, sin realizar una política económica que impulse el crecimiento y apoye a la pequeña y mediana empresa. El alto superávit del erario, gracias al incremento del precio del cobre, y la continua devaluación del dólar; han sido factores que mitigan los efectos negativos derivados del aumento de los precios del petróleo. Sin CODELCO y el dólar en baja, hoy estaríamos en graves dificultades como país.

El Ejecutivo no ha avanzado en las reformas estructurales para terminar con las desigualdades económicas y sigue aplicando el “chorreo” de recursos públicos hacia los más pobres, sin generar políticas específicas que dinamicen la economía e mejoren en el largo plazo las condiciones de vida de los sectores medios.

La segunda debilidad ha sido la incapacidad de cumplir algunos compromisos en áreas claves, como la educación; remecida en 2006 por el movimiento de los pingüinos. El acuerdo para reformar la Ley de Enseñanza resultó ser más de lo mismo, con apenas tímidas reformas cosméticas a un sistema que sigue haciendo agua. Atrás quedó el compromiso de terminar con el lucro en la educación. La foto final, que mostró a gobierno y oposición tomados de la mano fue una elocuente señal respecto a la naturaleza del trato.

Especialmente erosiva ha sido la debilidad de los equipos de gobierno, cuya peor experiencia ha sido el errado diseño, planificación y aplicación de de la política de transporte público de Santiago, cuyos efectos nocivos seguimos sufriendo los habitantes de la capital cuando va a cumplirse un año de su puesta en marcha

En el plano internacional, resulta criticable la docilidad hacia la más mediocre y reaccionaria administración de toda la historia de Estados Unidos, que entregará su mandato con un país endeudado, sumido en crisis económica y empantanado en una guerra ideológica, sin salida, con los fanáticos musulmanes. El factor Bush sigue entorpeciendo nuestras relaciones con latino américa y retrasa nuestra integración económica y política en la subregión sudamericana.

Un freno en el impulso inicial del gobierno fue la resistencia de los sectores neoliberales que han hegemonizado la Concertación, que vieron en peligro sus cuotas de poder y ejercieron un solapado boicot al proyecto inicial de Bachelet, en el que la crítica machista ha sido un componente importante. El recién nombrado gabinete, le poner una lápida a la paridad de género, termina definitivamente con las caras nuevas y convierte en letra muerta el gobierno ciudadano.

El gabinete del “segundo tiempo” constituye el primer paso para dar forma a un equipo encargado de hacer que éste llegue al final de su periodo con un claro perfil conservador. Pérez Yoma ha reforzado la capacidad política del Ejecutivo, pero también le ha impuesto un sello caracterizado por el evidente propósito de fortalecer el “orden” y la “disciplina” dentro de las filas concertacionistas y acrecentar el diálogo con la derecha.

Para efectos de las anheladas reformas, sólo podemos esperar más de lo mismo. La crisis de los partidos de la Concertación, el distanciamiento de las políticas de gobierno con el pueblo que lo eligió y la falta de capacidad política de muchos de los ejercen cargos de confianza presidencial, constituyen debilidades estructurales del gobierno que le impiden remontar su desgaste.

Si no queremos entregarle en bandeja de plata el gobierno a la derecha, tenemos que explorar caminos nuevos. Las encuestas son consistentes en mostrar una baja de quienes se declaran adherentes de la Concertación; aunque este descontento no se traduce en un aumento de la popularidad de la Alianza por Chile, que sigue estancada en su misma base de apoyo. Hoy, el 60 % de los encuestados se declara independiente y ello hace que se abra un nuevo periodo, en el que los tradicionales bloques en torno a los que ha girado la política en los últimos 17 años se desdibujen y se generen espacios para nuevos actores políticos.

La muerte de Pinochet cerró la transición con una democracia incompleta y permitió a la derecha desprenderse del lastre que le significa cargar con el peso de haber apoyado una dictadura. Ante este cambio de escenario, la cúpula de la Concertación carece de propuestas renovadoras y sigue aferrada a la creencia que los electores volverán a votar por el candidato o candidata que la coalición designe. Pero, las señales de cambio son evidentes y están relacionadas con el cierre de un ciclo político y los albores de uno nuevo.

En la próxima elección presidencial todos tendremos que dar examen ante los electores sobre la base de propuestas renovadoras. Desde nuestra perspectiva, el cambio debe venir desde lo que el destacado pensador Eugenio González Rojas llamaba “las fuerzas de avanzada social”, cuyos exponentes se encuentran repartidos en la Concertación, en la Izquierda Extraparlamentaria y en las organizaciones ciudadanas, un actor ausente durante estos 17 años de democracia raquítica.

El debate sobre los cambios está abierto y el resultado dependerá en gran medida de la actitud que cada uno de nosotros asuma ante los desafíos que vienen.

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