El otro terremoto de Chile


Rubén Andino

Cada vez que ocurre un terremoto quedan al desnudo grandes falencias materiales y espirituales de la sociedad chilena. El reciente sismo dejó cientos de miles de damnificados, miles de muertos y huérfanos, daños irreparables a la salud mental y física de las personas; que causan una permanente sensación de inseguridad e indefensión. Los saqueos muestran además un conjunto de problemas sociales larvados como: debilitamiento de valores tradicionales, la pobreza, múltiples estados de necesidad, delincuencia y un profundo malestar colectivo, que desata su furia irracional apenas el orden establecido debilita su presencia.

Una vez pasada la emergencia, la reconstrucción exige de una actitud proactiva, solidaria y positiva ante la adversidad y, sobre todo, la unidad y capacidad de trabajo mancomunado en la elaboración de un plan de acción que permita enfrentar las consecuencias permanentes de la emergencia. Los problemas se resuelven mejor cuando todos remamos hacia el mismo lado; pero es difícil actuar de manera unida cuando existe un país profundamente dividido por diferencias sociales que se expresan de manera dramática en el acceso a bienes y servicios básicos, como son: la educación, la salud, la vivienda, el consumo o el ocio, por nombrar algunos.

De manera paralela a aquel que se mide en grados Richter, se esconde la profundidad silenciosa de otro terremoto de carácter político, que afecta por igual a la descompuesta Concertación y a la atomizada Izquierda; con letales efectos de largo plazo sobre la realidad del país, que deben evaluarse con paciencia y apertura mental, antes de iniciar la reconstrucción de fuerzas opositoras, eficaces en su rol de alternativa política.

Para enfrentar este segundo gran sismo se necesita, como en el otro caso, de una actitud positiva ante la adversidad, capacidad para ejercer la crítica y el diálogo, con el objeto de desarrollar crecientes grados de unidad en la acción. Pero, estos cambios no pueden ocurrir sin que exista en primer lugar la capacidad de fijar objetivos y prácticas comunes, generadas a través de un amplio consenso político democrático de las fuerzas opositoras.

Así como la catástrofe sísmica demanda una evaluación autocrítica de errores, como fue en su momento la demora en decretar Estado de Emergencia en las zonas afectadas la no concreción de una oportuna alerta de tsunami; en la política es indispensable que la recién estrenada oposición realice una autocrítica profunda, que evite tropezar en el futuro con los mismos obstáculos que desataron la derrota.

La Izquierda y la Concertación no han realizado hasta ahora un análisis en profundidad que permita detectar y enfrentar las equivocaciones de larga data que permitieron el triunfo de Sebastián Piñera. Prácticas cupulares, autoritarismo, corrupción, soberbia, escaso compromiso, falta de imaginación, y ausencia de un proyecto político y económico, son algunas de las deficiencias que resultan palpables al primer vistazo.

La rearticulación opositora será lenta y estará precedida de una gran recomposición de fuerzas, cuyo resultado es incierto si no se asumen ahora todas las responsabilidades. La unidad no debe realizarse bajo el lema de “borrón y cuenta nueva”, sino sobre la base de un debate profundo, en el que todos los actores relevantes se encuentren en un trabajo común en la calle, la fábrica, la organización social y el territorio.

Entre las rectificaciones que caen de cajón está la reconstrucción de un movimiento social que sea capaz de representar de manera orgánica las demandas populares ante un Estado débil y subsidiario, que tiene escasa capacidad de respuesta ante los problemas de fondo, expresados en la desigualdad, la falta de trabajo digno, las graves carencias en educación y salud o el deterioro del medioambiente, entre muchos otros problemas. cabildos vecinales, encuentros barriales, foros o debates ciudadanos, plebiscitos o encuestas en espacios barriales, centros de estudio, gremios o constituyen iniciativas para enfrentar la primera fase de la reconstrucción del mundo social organizado para que las personas y organizaciones puedan reconocerse e iniciar la defensa de intereses comunes.

La unidad de la oposición no debe ocultar las diferentes tendencias que existen en su interior; porque uno de los motivos del fracaso se refiere precisamente al colapso del social – liberalismo sostenido como un dogma de fe por los gobiernos de la Concertación, que en gran medida vino a ser una prolongación del modelo económico, político y social implementado en la dictadura.

Estos beneficios sociales entregados como una dádiva a los sectores más desprotegidos de la población bajo un esquema paternalista, ha desmovilizado al pueblo mediante una sistemática destrucción de las organizaciones, desatando la pasividad y la sensación de que los problemas solo pueden resolverse a través de soluciones individuales o esperando la ayuda de otros.

El principal problema social de Chile sigue siendo la desigualdad, que constituye un freno para que el país se desarrolle en el plano material y humano; porque –tal como muestra con crudeza el terremoto-; coexisten: una minoría con altos estándares de vida, que puede defenderse sin ayuda de estas desgracias; y una mayoría que vive al borde la indefensión y que colapsa cada vez que la naturaleza se sale de madre o la economía entra en una de sus periódicas crisis.

Debemos modificar profundamente nuestras conductas políticas: terminar con el caudillismo ejercido por alcaldes y parlamentarios que en sus territorios realizan prácticas feudatarias que perpetúan el autoritarismo y el abuso de poder. Los cambios en la política chilena no deben pasar solamente por nuevos rostros; es necesario modificar también dinámicas políticas muy arraigadas y volver a representar de manera genuina las aspiraciones, necesidades e intereses concretos del pueblo.

El terremoto puso en evidencia que en Chile subsiste en amplios sectores una cultura solidaria, que constituye una base firme, sobre la que tenemos el deber de organizar una red social capaz de reconstruir el tejido social desmantelado durante estos 20 años de democracia incompleta.

La izquierda, en conjunto con las otras fuerzas opositoras, debe seguir denunciando las desigualdades e injusticias sociales, reconstruir las organizaciones de base y desarrollar un amplio movimiento destinado a ampliar en el país los espacios democráticos hasta dar vida de una manera participativa a una nueva Constitución Política del Estado.

La tarea es difícil, pero constituye un apasionante desafío colectivo

Comentarios

Paz Delmar ha dicho que…
Tienes mucha razón Ruben: Creo que además del terremoto natural también sufrimos una catástrofe dentro de la política. Faltan líderes que además tengan credibilidad. Desde que asumió Piñera veo a los políticos de la Concertación despues de más de un mes atontados como que quedaron en blanco. No se pueden convencer que perdieron. Creo que es el momento de crear un amplio movimiento partido no se que aglutine a la izquierda, que dialogue con la gente y sepa escuchar. La `política cambió y hay que estudiar como hacer política hoy. Tener claridad en las ideas fuerza que se puedan estructurar y un perograma para que sea debatido y enriquecido. Un saludo fraternal, Paz
Anónimo ha dicho que…
redruMuy cierto Paz. Ahora más que nunca hacen falta el compromiso y la creatividad.

Rubén
Guillermo Bustamante ha dicho que…
Hola Rubén me gustaría invitarte a participar en el concurso de blog Chile post terremoto la reconstrucción en un post que organiza OCD Iberoamérica y Global Voices. Si quieres participar envíanos el link de este post en http://www.ocdiberoamerica.com/globalvoices.

Saludos!

Guillermo Bustamante
Editor de Proyectos & Nuevos Medios
OCD Iberoamérica

Entradas populares de este blog

Nuestro peor enemigo es el desaliento

Palabras de Larraín revelan la procacidad de la derecha

Transantiago sigue su lenta agonía